San José del Cabo, Baja California Sur. – En el corazón del Centro Histórico, donde las calles empedradas aún susurran historias de antaño, un viejo guardián del tiempo se prepara para recuperar su voz. El reloj del Palacio Municipal, testigo silencioso de casi un siglo de vida josefina, comenzó su restauración, devolviendo a la comunidad la esperanza de escuchar de nuevo su pulso, ese que por generaciones marcó la rutina del pueblo.
La iniciativa, impulsada por el XV Ayuntamiento de Los Cabos, busca no solo reparar un mecanismo, sino rescatar un símbolo que ha visto pasar bodas, protestas, celebraciones patrias y tardes apacibles en la plaza central.
Un centenario que late en cada campanada
De acuerdo con Domingo Valentín Castro Burgoin, titular de la Dirección General del Sistema Institucional de Archivos, el reloj tiene un registro que data de 1927, lo que lo convierte en un emblema histórico que se aproxima a su primer centenario.
“Cada vez que sus campanadas sonaban, recordaban a los josefinos que el tiempo no se detiene, pero también que su historia es compartida”, comentó el funcionario, al destacar que la restauración es un acto de respeto a la memoria colectiva.
El trabajo, a cargo del tornero industrial Raúl Torres, inició con un diagnóstico detallado que revela daños significativos en la cúpula, lo que requerirá aproximadamente sesenta días de labor.
El guardián del tiempo vuelve a despertar
Para muchos habitantes, el reloj no es solo un adorno arquitectónico, sino un símbolo de identidad, un punto de referencia que ha visto transformarse a San José del Cabo de un tranquilo poblado misional a un destino turístico reconocido internacionalmente.
“Restaurarlo es devolverle vida a nuestra historia. Es reconocer que, aunque el progreso nos ha cambiado, seguimos siendo la misma comunidad que se reúne en la plaza, que se emociona con sus tradiciones y que mira al pasado con orgullo”, expresó Castro Burgoin.
Con este esfuerzo, el Ayuntamiento de Los Cabos refrenda su compromiso con la preservación del patrimonio cultural y recuerda que el verdadero valor de una ciudad no está solo en sus edificios modernos, sino en aquellos detalles que conectan a sus habitantes con sus raíces.