Finalmente ayer se dio la jornada de la elección de nuevos ministros, magistrados y jueces del poder judicial de la federación.
Lejos que si el ejercicio nos coloca como el país más democrático del mundo o no.
Lejos que si hubo una elección desaseada o no.
Lejos que si hubo muy poca participación del padrón electoral, del 12 al 13% según el propio Instituto Nacional Electoral.
El saldo de la elección judicial en México es un país más dividido que nunca.
Pendejos los que salieron a votar.
Pendejos los que no salieron a votar.
Pendejos unos y pendejos otros.
Pendejos todos.
Así se dijeron en la jornada quienes simpatizan con la 4T y por lo tanto defienden la elección judicial y los que no simpatizan con la 4T y ven en la elección judicial una burda farsa.
Lo que se vivió ayer, no se trata de un debate sano ideológico entre simpatizantes de izquierda y simpatizantes del centro o la derecha.
Lo que se tuvo fue simple y llanamente intolerancia.
Se expresó odio por aquel que piensa diferente.
Como nunca, México polarizado.
Unos acusan de antidemocráticos a quienes no salieron a votar, señalándolos de “conservadores”, de servir a la oligarquía de los que han controlado el Poder Judicial y no quieren renunciar a su privilegios.
Los otros acusan de antidemocráticos a quienes salieron a votar, señalándolos de “ignorantes” al no advertir que el ejercicio significó el fin de la república y la división de poderes porque ahora el Poder Judicial estará en manos de personas con una sola corriente ideológica de la 4T.
Cada uno cree limitado intelectualmente al otro por no coincidir con su pensamiento. Pendejos pues.
Ningún bando alcanza a entender que en la democracia no cabe la intolerancia.
Y si se tiene intolerancia e insulto de uno y otro lado, ninguno es democrático.
Por su parte las cúpulas partidistas, del PRI, PAN, MORENA, PT, PARTIDO VERDE, MOVIMIENTO CIUDADANO…, todas salidas del mismo agujero de los intereses políticos de siempre, celebran.
Unos celebran porque el pueblo salió a elegir a sus jueces “libremente”, 13 millones de mexicanos y no un centenar de legisladores ahora “eligen” a sus jueces magistrados y ministros.
Es “su triunfo”.
Otros celebran porque el pueblo hizo vacío al Oficialismo al registrarse mínima participación, como si hubiera sido por su convocatoria y no por la propia apatía y hartazgo de la mayoría de los mexicanos de los temas políticos.
Es “su triunfo”.
Las cúpulas partidistas celebran.
El pueblo dividido.
