Xóchitl Gálvez como aspirante a candidata del Frente Amplio por México no necesitaba la “cargada” que terminaron por imponerle los dirigentes del PRI, PAN y PRD para hacerse con la nominación.
Desde que la senadora hidalguense tomó la decisión de contender por la candidatura de la oposición a la Presidencia, supo capitalizar en unas cuantas semanas el movimiento social anti obradorista y anti 4T que se había generado en todo el país, lo que nunca, en 5 años pudieron hacer los integrantes del frente opositor y sus aspirantes presidenciales, mucho menos los presidentes nacionales de los partidos, Alito Moreno, Marko Cortez y Jesús Zambrano.
La historia personal y el carisma de la otrora directora del Instituto Nacional Indigenista, tocó en diversos sectores de la población en México: Las mujeres, los indígenas, los empresarios, la clase media, los estudiantes y académicos.
En pocas semanas, Xóchitl aventajó a todos los demás aspirantes a la candidatura del Frente.
Incluso había aventajado a los propios partidos que integran el frente opositor.
Por eso, cuando el Frente Amplio por México, anunció su proceso para elección de su abanderado, había la percepción de que finalmente Xóchitl ratificaría de manera natural su popularidad.
Pero las dirigencias del PRI, PAN y PRD no se lo permitieron.
Buscaron la manera de hacerse importantes y necesarios en el triunfo de Xóchitl para poder tener más elementos de negociación, con quien siempre se vislumbró como su candidata presidencial.
Un proceso que se vendió y se antojaba como “una nueva forma de hacer política en México”, desde la ciudadanía, dejó el mal sabor de boca de los acuerdos cupulares entre los partidos, por que al final el sistema político mexicano, es de partidos, no de ciudadanos y no dejaron pasar la oportunidad para demostrarlo.
El mensaje que se pretendía de señalar ante los ciudadanos que el del Frente, sí era un proceso democrático real, contrario a la “imposición” presidencial que se haría para definir el candidato de la 4T, se tiró a la basura.
El primero que mandó la “cargada” que ni pedía, ni necesitaba Xóchitl, fue el propio PAN con la declinación de Santiago Creel.
Le siguió el PRD al “declinar” a favor de Xóchitl a medio camino de la contienda.
Y finalmente el propio PRI, en voz de Alito Moreno dio le dio “todo su respaldo”, sacrificando y abandonando a su propia aspirante, Beatriz Paredes, que en uno de los foros durante la contienda, había lanzado como epitafio de lo que se confirmaría días después:
“Si las mujeres vamos a repetir el modelo patriarcal de los arreglos, perdónenme, estamos jodidas”.
A la postre y visiblemente a regañadientes, Paredes tuvo que reconocer que la encuesta que significaba el 50% de la candidatura, no le favorecían.
Así, finalmente los dirigentes de los tres partidos, terminaron contaminando el “proceso ejemplar democrático” que daría a su candidata la legitimación social y partidista y ya ni a la elección llegaron, terminando por cancelarla.
En entrevista con Carlos Loret, para Latinus, tras el anunció del PRI, a Xóchitl, se le vio más bien incómoda, ella quería continuar el proceso hasta la elección, tenía los elementos para competir y no necesitaba la cargada partidista.
A la mañana siguiente, el presidente Andrés Manuel López Obrador, con amplia sonrisa, actitud burlona y soltó un “se los dije”.
PRI, PAN y PRD terminaron por abonar y afianzar el discurso de López Obrador y sus aliados que la candidatura de Xóchitl era un pacto.
Después de su “batea de babas” ahora las dirigencias del PRI, PAN y PRD deberán ponerse a trabajar para construir alrededor de la figura de Xóchitl, un verdadero frente amplio opositor en todo el país, no sólo entre las dirigencias nacionales.
Por que en lo que hace a Baja California Sur, en base al evento de la propia Gálvez en días pasados y las declaraciones vertidas en la radio de actores panistas y priistas, es claro que el frente opositor es inexistente.