Permítanme iniciar así:
Como progresista y aliado del movimiento feminista, no puedo más que celebrar ayer haber sido testigo de la toma de protesta de la primera mujer presidenta de México.
El hecho en sí tiene un gran significado para el avance de la sociedad mexicana en su conjunto.
Una sociedad tradicionalmente machista y profundamente misógina con un sistema político y social abusador de mujeres, que había cambiado muy poco de cuando la describió así Octavio Paz hace más de 70 años en su máxima obra El Laberinto de la Soledad.
Fue emotivo el final de su primer mensaje en la toma de protesta en la máxima tribuna de la nación, al reconocer la lucha de las mujeres conocidas o injustamente olvidadas por la historia, además de las anónimas que son la mayoría.
Conozco de su lucha por que soy hijo una madre que como millones de mexicanas, desde muy joven asumió la responsabilidad de criar sola sus tres hijos y conozco las historias de otras mujeres que rompen el papel tradicional de su género en el medio rural y salen de la comodidad del seno familiar para poder estudiar una carrera universitaria.
Sin dejar de destacar el valor de aquellas que, como víctimas de la violencia sexual tan arraigada en nuestra sociedad, rompen el silencio del abuso.
Por otro lado, como nieto de una mujer indígena veracruzana y como amante de la historia de los pueblos originarios de nuestro país, también fue muy significativo el ritual donde la nueva Presidenta de México recibió el bastón de mando de los pueblos indígenas de México.
Aunque para muchos fue un montaje teatral, en lo personal me quedo con el mensaje de reconocimiento a nuestras raíces, pero sobre todo a la imagen que se manda al mundo de que México, a pesar de la globalización y la permanente invasión ideológica y transculturización, mantiene su riqueza cultural milenaria.
Así, Claudia Sheinbaum Pardo es hoy la primera presidenta de México.
Su primer discurso fue en esencia el mismo discurso que se pronunció en el 2018 que entonces generó esperanza, pero que tras 6 años de mentiras y otros datos, hoy genera por lo menos dudas.
Sin sorpresas, de acuerdo al discurso, el “segundo piso de la cuarta transformación” es eso, la continuidad de lo que se inició en 2018 por Andrés Manuel López Obrador, el mismo modelo, los mismos mensajes, las mismas obras, el mismo proyecto de nación.
Pero hay una gran diferencia entre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el que inicia su sucesora: el inmenso poder constitucional que tendrá a su disposición Claudia Sheinbaum.
Así hoy por hoy Claudia Sheinbaum es una o si no, la mujer más poderosa del mundo dentro de un país.
Me explico:
En el mundo hay mujeres con gran poder político, como la primer ministro de Italia, Giorgia Meloni o Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pero ninguna de ellas, a pesar de la relevancia de su responsabilidad en su país o la influencia internacional que pudieran tener, poseen el inmenso poder que Claudia Sheinbaum ostentará en su gobierno.
Claudia Sheinbaum es la única mujer presidenta o líder político de un país que:
1.-Tiene mayoría aplanadora en ambas cámaras parlamentarias; es decir puede modificar cualquier ley a su antojo.
2.- Es la comandanta suprema del Ejército y las Fuerzas Armadas; tiene bajo su mando una policía federal nacional, con la Guardia Nacional, que recientemente se le dotaron de beneficios que rayan en la militarización.
3.- Gracias a la Reforma Judicial, podría tener pleno control de jueces y magistrados, toda vez que los juzgadores serán propuestos por ella y sus legisladores que son de mayoría de su partido político.
4.- Tiene el presupuesto de la décimo segunda economía mundial, de más de 9 billones de pesos.
5.- Tiene la mayoría de gobernadores aliados, por no decir, subyugados por un presupuesto federal que en muchos casos es el único sostén de sus gobiernos.
6.- Tiene autoridades electorales alineadas y aunque había dicho que no habría reforma electoral, en sus 100 compromisos de gobierno, mencionó una reforma constitucional al sistema electoral.
7.- Tiene una Secretaría de Educación Pública desde donde desde 2018 se forjan nuevas generaciones de mexicanos con su ideología política y visión del país y del mundo.
Y todo esto sin ser resultado de una imposición desde el ejercicio de gobierno, si no por derecho y facultad constitucional.
Y añadiría a la receta tres más:
8.- Medios de comunicación masiva e iniciativa privada alineados.
9.- Una oposición política borrada e intrascendente.
10.- Y una sociedad poco informada y la informada, en silencio y apática.
Se tienen prácticamente todos los ingredientes para transitar al autoritarismo.
Claudia tiene todo el poder y todas las herramientas para generar un mejor o un peor país.
Con este panorama, uno de los grandes retos de la primera presidenta de México será vencer la tentación de convertirse en la primera dictadora del mundo.