Por: Hugo Payén Izábal
Una vez, hace ya mucho tiempo, se aparecieron por mi casa allá en el barrio del tildillo 2 hermanos: Alejandro y Ramón Angulo Green, el segundo apodado “El Tripa” era entonces mi compañero en la secundaria, e iban a invitarme al estero para hacer un caldo, de aquellos inolvidables a los que se les ponía de todo lo que agarrábamos, incluyendo verduras con las que amables huerteros cooperaban. (¡A chaleco! Siempre que no nos vieran) ya he dicho que “El Chino” Navarro era uno de nuestros dilectos proveedores, tenía frutas y verduras de calidad en sus terrenos. Los caldazos se preparaban en latas metálicas alcoholeras de 20 lts. no teníamos clases, era sábado muy temprano, y se me animó mencionándome que “La bocana” estaba abierta e iban a ir el Nando y Juan Cota, buenos con la fizga, otro llevaría atarraya… yo me encargaría de la jaibas, era buena la fama que tenía para atraparlas, peeeero!.
Y el permiso?…
“Esos caldos del estero
muchos han de recordar
eran de la palomilla
delicia del paladar” *
Papá había tenido tocada con “La Pérez” y aún no se levantaba, bien sabía que era inútil pedir autorización a mamá, pues el que otorgaba permisos (o negaba) era el Profe Payén, y donde manda capitán… Sin embargo, la invitación ahí estaba, insistente, terca y… “nomás un rato, nos ayudas con las jaibas y camarones, el Nando y “El Cocolizo” ya se fueron, nos vamos a ver en “El Guamuchilito”, ¡Quioobo! ¿vamos?, seguro que me convencieron, pues nos fuimos: a escondidas, saqué traje de baño, piolitas (indispensables en la pesca de jaibas) y una fizga, furtivamente me escurrí antes de que mamá me ocupara en algún mandado, ¡pélate Tin Tán! a la calle ancha, (Mijares) hasta la casa de Doña Lucila Green, (ahora calle Coronado, hasta ahí llegaba el pueblo) y a la izquierda bajábamos por una vereda al terreno de los Ruíz… a ver con que “cooperaban” en esa huerta, Seguía yo con la Carcoma, ¿sin permiso? Sí, hombre, ya no eres un niño, estás en secundaria, total temprano regresas, ni cuenta se va a dar el viejo, ¡vamos! Como desde el viernes abrieron la bocana, ya había bajado mucho el nivel, así llegamos al “Agua fría” donde se daban los camarones de castilla más grandes y tenazudos, antes de llegar a la famosa poza “El Guamuchilito” de prístino paisaje:
“Aquel río que con sus aguas
los verdes huertos regaba
y en sus cristalinas pozas
en la infancia me recreaba” *
En el ramal del agua fría había truchas que ya se extinguieron, creo. En “El Guamuchilito” nos tirábamos clavados de un tronco doblado que algún chubasco así dejó (¡ni mandado a hacer!) prácticamente ahí empezaba el cuerpo del agua del estero y también nuestro “trabajo” de conseguir que echarle al caldo. Ese año, 1958 habría de desaparecer aquel tronco-trampolín, pues se las llevaron las aguas del gran chubasco, en Octubre 4, el famoso “Cordonazo de San Francisco”. Ahí empezaban los tupidos tulares donde pillábamos camarones “Guirotudos” a fizga limpia. Además conseguía 2 o 3 “Puyequis” (especie de carpa negra de unos 300 grs.) para carnada: se les corta en trozos, estos se amarran y con una plomadita se echan a unos metros de la orilla… casi de inmediato sientes jaloncitos, poco a poco se cobra, viéndose al final 2 o hasta 3 crustáceos peleando por el puyequi… ¡sin imaginar que al rato servirán de plato fuerte a una tropa de hambrientos adolescentes!… fisgaba 1 o 2 jaibas, y a echarles otra carnadita… y venían más.
ESPECTACULO INOLVIDABLE
Me refiero al que vemos cuando se abre la bocana. Pasado un tiempo, con aguas menos impetuosas, se ven las lizas remontándolas, (como los salmones) siendo ahí donde las atrapaban expertos de la fizga: nos dice “El Berra” que algunos de nuestros campeones de jabalina ahí se entrenaban. Era parte de nuestra “infraestructura” deportiva. Salía también algún robalo y los que no faltaban eran los “blanquitos”, peces a los que les echábamos con una especie de crustáceos que se escondía en cuevas que hacían en el lodo del estero: era una carnada ¡irresistible!.
¡SE ESTINGUIERON!… YA NO SE VEN.
Habían también unos enormes cangrejos azules que, cuando iba a llegar un chubasco, (Ciclón) se salían por miles, ahí por donde están los hoteles hoy, por el panteón, rumbo que conocíamos como “Las torres”, en recuerdo a las primeras usadas aquí en comunicación inalámbrica, inauguradas en 1906, conectaban con Cerritos, Sin. (Al norte de Mazatlán) fueron derribadas en el gran chubasco de 1918, ahí quedan 2 de las bases todavía (a un ladito del panteón, es parte de nuestra historia, podría ser atractivo turístico, pero…?) había una veredita para llegar ahí, pasando por la casa del “Chacho” Cota.
“Ya no se ve aquel camino
con las huellas de mis pasos,
deambulando por la playa
ya no hay veredas ni atajos” *
La gran variedad de aves que había en nuestro estero pasaba de 100 especies. Se podía ver llegar al ganso canadiense, el de collar, en el estero: se les cazaba, pues su carne era muy apreciada, ya no llegan, pero siguen por fortuna muchas aves viviendo ahí, incluyendo a nuestra magnifica águila marina (Gavilán lizero para la plebe) y muchas otras. No quiero dejar de mencionar otra de las delicias que se extinguieron: había millones de almejas en la playa marina del estero, ya no, desconocemos la razón. Al fin y al cabo a fuerzas regresé a casa y recibí una reprimenda “tan buena” como el caldo de ése sábado inolvidable: hace poco, partió “El Tripa” Angulo al viaje sin retorno: nuestros recuerdos a su memoria, pues.
“El encanto del estero
asombrado desde aquí
se contempla el paraíso
al que Dios nombró Añuití” *
Hasta pronto, paisanos.
* Fragmentos de POEMAS del VATE Josefino Prof. Javier Castro G. ganador 2 ocasiones del premio “Margarito Sandez Villarino”, (Nostalgia y Acuarela) con autorización.