Las paredes de la escuela secundaria #20 “Francisco Contreras Verdugo” quedaron decoradas con manos pintadas de color morado, como signo de la lucha feminista que ahora cobija a esta escuela pública en donde se ha destapado la cloaca: negligencia e impunidad ante las denuncias de acoso y abuso sexual.
Desde las primeras horas del jueves 7 de abril, alumnas, exalumnas y madres de familia fueron llegando una a una al plantel que las recibió con las puertas cerradas, luego de que trascendió la denuncia pública de una menor que expuso haber sido víctima de acoso por parte de un prefecto de la secundaria identificado como Igor “N”.
“No más pedófilos con licencia en las escuelas de nuestros niños”, “Fuera pedófilos de la técnica 20”, se leía en los carteles que colocaron en la entrada de la escuela como protesta.
Blanca Albáñez, madre de una de las víctimas, explicó que todo sucedió en 2019 antes de la pandemia.
“El prefecto Igor dijo que se quería comer un pollito muy gordo y grande con la niña, él la tocó el hombro y le deslizó la mano ¿por qué? ¿Dónde viene el reglamento? Yo quisiera verlo y que me expliquen si ahí está permitido que un prefecto agarre el hombro de la niña y le deslice la mano, porque él lo hizo”, expresó.
Acusó que la entonces directora, Amor Trujillo, intentó calmar la situación y evitar denuncias; sin embargo, ella no cedió por su hija.
A pesar de que buscó apoyo de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) en el Centro de Justicia para Mujeres, no procedió la denuncia porque, le dijeron, “no habían violado a su hija” y que el acoso no estaba penado en ese momento. En la Comisión Estatal de Derechos Humanos, menciona, encontró la misma respuesta.
La negligencia se torna alarmante para madres de familia por los antecedentes de acoso y porque en este caso la Secretaría de Educación Pública (SEP) le externó que no había agravio y que no podían correrlo ya que al prefecto lo avala el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
“Me dijeron que él tiene sus derechos, o sea ¿puede estar violando porque tiene derechos? ¿Puede estar acosando niñas porque tiene derechos?”, reclamó Blanca Albañez.
En la actualidad, con el regreso a clases presenciales el caso de su hija resurgió y sirvió como combustible para que otras alumnas y exalumnas alzaran la voz. En un ejercicio para tratar y detectar el acoso y la violencia sexual, la supervisora de zona, Argentina Flores, fue notificada de la situación.
Tras un enfrentamiento entre la supervisora y la directora y docentes, la llama de la protesta feminista estalló en la escuela secundaria #20.
Los antecedentes de acoso y abuso surgieron entre símbolos morados de la lucha feminista, mientras Blanca Albañez recordó que su hija sufrió bullying de maestros y alumnos que tienen buena relación con el prefecto denunciado, problemática que la actual directora no resolvió.
Así fue como las víctimas se convirtieron en culpables ante los ojos de autoridades y directivos que prefirieron no actuar y revictimizar.
En lugar de evitar que las víctimas siguieran aumentando, hoy se ven obligadas a convertirse en un tendedero vivo, de carne y hueso que no se detendrá hasta que haya justicia y sanciones en contra de las y los responsables, incluyendo a sus protectores.