Tecla 7/6… 7 de junio, me recuerdo como periodista

Este 7 de junio me recuerdo como periodista

En un mundo de olvidos, la desmemoria colectiva es alimento para el poder que termina por partir en dos a la propia historia.

Traigo en el corazón al ´68. A los ocho años de esa página tan negra, la calle era nuestra. Ahí estábamos con la vida en mano. Humanos. Sí, con nuestros jorongos, la greña larga, la mezclilla.

Qué decir de aquel discreto encuentro de amplio diálogo y posturas radicales, con Heberto Castillo en un departamento de Córdoba. Y de ahí, entre otros sucesos dados, a impulsar comités municipales del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) en un gran número de diversas localidades veracruzanas, plaza por plaza, desde Coatzacoalcos hasta Tuxpam; la gran comitiva en ese largo peregrinar de plaza por plaza lo éramos tan sólo un hermano, un maestro y un comerciante de Xalapa. Y no, en nuestro caso, no éramos trabajadores, sólo estudiantes.

Los 70s una década muy intensa.

Demasiado.

Y andaba con nosotros en el imaginario, calle por calle, entre nuestras manos, Mercedes Sosa.

Un día, en medio de todo ese desborde social por nuestro activismo con el BER –Bloque Estudiantil Revolucionario— se organizarían en contra del Bloque todos los transportistas de Veracruz y procederían con un paro en todo el estado, teniendo como punto de la eclosión del paro del transporte precisamente a Córdoba. Gobernaba en Veracruz Rafael Hernández Ochoa.

En una de esas jornadas tras salir de palacio municipal, hacia donde se nos había llevado por el activismo, me topé con esa mirada dura, pero siempre generosa, humana, la del Capitán Primero Leonides Rojo Lugo, Ingeniero Constructor Militar, a quien se le desconocería su expediente revolucionario por mantener su convicción por El Sufragio Efectivo No Reelección y sublevarse contra la pretendida reelección de Álvaro Obregón. Como la canción de Piero, había nacido con el siglo en 1900.

En esas a los trancazos pudimos terminar la prepa. Y eso cuando en Córdoba el siempre bien recordado y apreciado maestro Francisco Nieves había creado la Prepa B. En el primer grupo, en ese primer año de la Prepa B, se podía ingresar con materias reprobadas y hasta sin carta de buena conducta.

Que tipo el maestro Nieves. Lo tengo en la memoria con gran respeto desde que era Prefecto en el Instituto Guadalupe, en donde yo había cursado la secundaria. El maestro siempre viendo por todo el que podía. Y sí tenía su carácter. Un día ministeriales le llegaron y le preguntaron si éramos estudiantes. Nos miró y dijo que sí. Ya para entonces habría creado la prepa abierta con un pase de lista semanal. Hoy es toda una institución educativa aquella Prepa B: José María Mena y Sosa.

Por igual un muy reconocido abogado de Xalapa que nos apreciaba y que cuando nos abría la puerta le dejábamos en cero el refrigerador con ese clásico del “ahora es cuando”, en uno de esos días nos paró en seco, hizo que el carnal y yo nos acomodáramos en la amplia sala. No se aguantó, soltó

“Esta década (de los 70s) va a pasar. Para la siguiente ¿se van a ver igual como se ven hoy?, señaló.

Un golpe a la reflexión.

–En efecto, cómo nos veríamos en los 80s?

Tantos caminos recorridos, todo el estado. Y esa barbacoa y pulque en Hidalgo. Y esa sierra con caminos impensables en ese tiempo para llegar a Tehuipango, uno de esos lugares perdidos por igual de los olvidados náhuatl de Zongolica, y de ahí salir entre lluvias, mal, tiempo, lodo, mendigo frío, a Puebla. Que frío en esa sierra pasando la Navidad entre las estrellas y los pinos, peor por todo el cuerpo empapado por la torrencial lluvia.

El golpe de la reflexión

En efecto, vendrían los 80s. Mi papá lector diario en los 70s del Excélsior, lo veía como se acomodaba periódico en mano y me dejaba interesado. Más cuando se iban juntado los periódicos y zopas me los llevaba a venderlos al mercado municipal: a peso por kilo. Híjole todo un dinero lo que juntaba para las canicas, el trompo, los yoyos.

En esos 80s el periodismo ya había entrado por todos los poros de la piel. Y más contundente el paso a dar cuando contagiaba lo bohemio de un gran periodista ahí en Córdoba: Luis Reséndiz. El golpe a la reflexión enfocada a una nueva ruta.

Y así en 1981 me llevaba mi primera principal en El Mundo de Córdoba. Estar en El Mundo de Córdoba era un uff por todo ese talento que le rodeaba con el liderazgo del director el abogado Billy Scully y qué decir del propietario el director general Othón Arróniz hasta con estudios en la Soborna de París.

Claro, al inicio que gachos se me tachaban las notas, de dos de los reporteros en esa casta sagrada hasta sentía lo feo de sus miradas, con todo mi antecedente llegaba el “y éste qué hace aquí”. Pero, estaba el chido subdirector Manuel Guzmán con mi agradecimiento permanente. Con su carácter y firme forma de ser, no ha de haber caído bien en algunos. Pero, no sólo me aguantaría con mi máquina de escribir, sino que además me diría: “ya no entregues tus notas a nadie más. Entrégamelas a mí. Y cuando las leas en el periódico fíjate en qué se modificaron. Y ve disciplinándote”. El las rehacía. Y ahí me fui. Pero, hay fechas y momentos que se brindan con más oportunidades. Yo tuve uno de esos momentos:

El director general y el director se la pasaban todo bohemios disfrutando del brindis y de gratas convivencias bohemias todo el día. El subdirector ¡sopas! se había ido de vacaciones, y quien quedaba al frente de redacción, pues a como le llegaban mis notas las pasaba tal cual.

En una de esas en un municipio colindante de Córdoba pobladores habían tomado el palacio municipal. Fui al lugar, cubrí, regresé, redacté y me retiré del periódico.

Al día siguiente la llamada del Director. Ni modo, pensé, viene el zape. Se trataba de la principal. Así, en esas fechas la de “8”.

Directo:

–¿Tú escribiste esto?

–Sí.

–A ver, ¿nadie más?

–Mis dedos y lo de aquí arriba, respondí.

La entrada era corta. Él había tachado en mas de una ocasión mis notas y las iba acumulando debajo de su máquina de escribir, la que ya se veía chueca, inclinada, cuando uno estaba frente a su escritorio.

Hubo un silencio. Tomó las notas tachadas y las tiró al bote de basura. Finalmente, la nota de color, la crónica, mi espacio, mi estilo. No habría el zape. Vendrían otras jornadas. Incluso vendría una edición especial cuando no me prestaría a publicar una información en la que la dependencia de seguridad municipal daba cuenta de que tres jóvenes habían caído a balazos por elementos policiales y a los que señalaban de haber asaltado un banco.

Como periodista había asumido una postura crítica a excesos y abusos de la dependencia de seguridad municipal. El propio titular de Seguridad municipal le andaba cartas al director Scully quejándose del reportero. No estaba en las simpatías del mando policial.

Y otra vez la llamada: en esa ocasión el subdirector Guzmán me advertía por los corrillos de palacio municipal: “te anda buscando Billy”, el director.

El director estaba a una calle, en el restaurant del hotel Palacio. ¿Qué pasó? ¿Y la nota?, de nuevo directo.

La competencia, el otro diario, a todo color había sacado los cuerpos de los jóvenes tirados en la calle, con el respectivo encabezado principal. Nosotros nada. La noche anterior había regresado de Tezonapa en dónde se habían registrado tres asesinatos. Ya con la edición en marcha y con los antecedentes del director de seguridad pública municipal (en ese entonces Inspector de la Policía) dudé ¿jóvenes asaltabancos muertos? Nada de nota.

Vaya mañana, la competencia con la principal a todo color, y nosotros no.

Veía directo a Billy. Primero el silencio. Y antes de responder, el sácame de onda. Una felicitación: “que bien”, refirió Billy. No me había prestado a lo de la supuesta nota. “Ya vienen cientos de estudiantes de Orizaba y se van a sumar otros cientos de Córdoba. Esto se va a poner mal”, agregó. “¡Vete a cubrir, vete a cubrir!

Al final de cuentas no había dicho yo ninguna palabra. La edición daba cuenta de uno. En ese entonces este tundeteclas era el jefe de la Sección Policiaca.

Los tres jóvenes no eran asaltabancos. Eran estudiantes del Instituto Tecnológico de Orizaba –ITO–.

Nadie pararía la avalancha estudiantil.

Patrullas quemadas. La protesta. Y si yo era el del Mundo de Córdoba en medio de esa multitud que me que saludaba con respeto y que alguien me tocaba el hombro mientras quemaban ejemplares de la competencia. De hecho tuve que cruzarme entre un grupo de jóvenes que tenían rodeado al fotógrafo Jorge Coria (una de las mejores lentes de Veracruz y hoy mi compadre) a decirles “está conmigo”. Y pues yo era el de El Mundo de Córdoba, aparte de mis antecedentes estudiantiles.

Que día.

Aún siento caminar entre esos jóvenes y la cara descompuesta cuando me dirigía con Billy, de entrada se me había ido la nota.

Seguiría actividad reporteril en Centroamérica, Brasil y Colombia; en Bogotá tendría una entrevista con Belisario Betancur que de alguna manera sería especial, aparte del contenido, porque me llevaría en cintillo en la portada principal de El Sol de México, precisamente, en la fecha en que el entonces presidente colombiano llegaría a México. Una exclusiva de todas todas al pisar Betancur tierras mexicanas.

Y claro 1986 ¡Puerto Vallarta! Invitado por esta figura tan respetada y maestro de generaciones Francisco Quezada.

Llegaría a Puerto Vallarta en enero del 86 y a los meses estábamos editando el Diario de la Bahía con el apreciado poeta jalisciense como director Jorge Souza. Que padre y que shock tres años después cuando en 1989 procedíamos con la huelga del Diario de la Bahía, en pleno crucero céntrico de Allende y Morelos. Un periódico cerrado por la parte patronal precisamente y un mero 7 de junio la huelga. De ahí el nombre de la columna Tecla 7/6.

Otra década en puerta otro golpe a la reflexión. Ahora con familia, esposa e hijo.

Vaya cierre de los 80s.

Sin embargo de esas cosas padres que se dan en momentos críticos, difíciles, vendría a la par el abrazo permanente de parte de quien éste tundeteclas lo tiene en lo que se dice la memoria del corazón: Fernando González Corona. A unos 30 metros del edificio en huelga del Diario de la Bahía, con González Corona abríamos en septiembre de 1989, Tribuna de la Bahía, con las oficinas en medio de la Junta de Conciliación y Arbitraje. Cosa rara, la huelga, la autoridad laboral, nosotros. Y ahí con el equipo veracruzano el carnal Díaz Zurita, Paco Quezada, Rogelio Contreras, Martha Ramírez y haciendo equipo con Joel Ramírez, Luz Bautistas a los que se sumarían entre otros, el compadre Pepe García, Prócoro Hernández, Víctor Ortiz, Javier Santos…

Algún día publicaré, ahora sí sin quitarle ni una coma, la copia de la carta que llegó a mis manos con la que Fernando contestara a un dirigente nacional de un partido que pretendía torcer la línea editorial de Tribuna de Los Cabos, cuando precisamente Fernando despachaba como presidente municipal vallartense. Fernando le daría su zape con todo y firma.

Uff el ayer siempre tan adentro de uno.

Los 90s saludaban con mas vigor.

Los Cabos estarían en medio de la nueva ruta con los 90s. En 1991 llegaríamos con ese agradecimiento del corazón con González Corona: Tribuna de Los Cabos, con apenas una docena de colaboradores, con el paso que se fue haciendo mas firme, mas apreciado, con el grato saludo y respeto de la población que vería crecer y ser solidaria con el diario hasta consolidarse como Compañía Periodística Sudcaliforniana con su nueva estructura de comunicación con tres radiodifusoras FM y sus tres canales de televisión local Puerto Vallarta, La Paz y Los Cabos).

Tomé entonces la decisión que el cierre del círculo había llegado: con enero de 2020 concluía mi etapa de director. Y cuatro años después concluía la de accionista con lo que de manera gentil y de aprecio contaba como socio de Fernando González Corona en CPS.

Y aquí seguimos en Los Cabos, ahora ya con el quinto libro: 11 años de lucha por la independencia, 2 siglos por la democracia, próximo a difundirse con el prólogo de un gran líder de comunicación en Coahuila, Armando Castilla Galindo. Y para julio el sexto libro: Niparajá lloró.

Con aprecio, respeto y gratitud a todos los amigos, conocidos y familia en esta padrísima región sudcaliforniana, luego de mas de tres décadas de ser parte de la memoria colectiva.

En este 7 de junio me recuerdo como periodista.

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