“No esperaba nada de ellos y aun así me decepcionaron”.
Cada vez es más común que esta frase cobre sentido al ver las actuaciones, intereses y preocupaciones de la clase política en México y en Baja California Sur.
Simplemente no representan el interés de sus representados, sino de sus intereses económicos y políticos.
Hace unas semanas, a nivel nacional “en la máxima tribuna de la nación”, la clase política nos mostró con toda claridad “de qué están hechos”.
En el episodio de la contra reforma eléctrica presentada por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, al final perdió México, como siempre, perdimos todos.
Se hicieron dos bandos, unos furibundos defensores de la soberanía nacional de las “grandes empresas extranjeras depredadoras”, otros llevaron su discurso a “su gran amor a México y su medio ambiente”, porque en su interpretación la contra reforma cancelaba la posibilidad de generar energía limpias.
En los hechos, un tema que afecta a millones de mexicanos, a las empresas, a los hogares como lo es la generación y comercialización de luz eléctrica quedó a merced de intereses políticos de cara a la sucesión presidencial del 2024.
La oposición celebró un triunfo político, no un triunfo por los intereses de los mexicanos; por fin pudieron cobrar factura a un presidente que les ganaba de todas, todas y vieron la puerta que no encontraban para competir en la sucesión presidencial.
El partido en el poder y el propio presidente se apresuraron desesperadamente a intentar cambiar la narrativa de lo sucedido, quienes votaron en contra de los deseos del presidente, se les tildó de “traidores a la patria”.
Como nunca, la patria a merced del juego político.
Los mexicanos perdimos así una gran oportunidad de generar una reforma eléctrica de vanguardia, competitiva, donde las voces de los expertos fueran escuchadas y valoradas; nadie puede negar que las “reformas estructurales” impulsadas y logradas por el gobierno de Enrique Peña Nieto, como la eléctrica, podrían ser perfectibles, sobre todo de un gobierno que a todas luces se ha desnudado que cualquier acción tenía que ver con grandes negocios de la clase gobernante.
No hubo debate, se pretendió imposición y se respondió con cerrazón. Todos perdimos.
En Baja California Sur tenemos nuestros propios problemas.
En los últimos meses han surgido temas que ocupan la conversación ciudadana, como la exhibición de más de 800 casos de acoso, abuso sexual y violación de niñas y mujeres en el estado en todos los ámbitos y sectores sociales; el gran foco rojo de desapariciones de personas en el estado o el grave conflicto de transporte, nuevamente por el pleito por el pasaje turístico, esta vez entre taxistas y plataformas digitales.
Ninguno de estos temas ha merecido siquiera un pronunciamiento en la máxima tribuna del estado, ni en los cabildos, ni en los partidos políticos.
En una legislatura donde se logró por ley la paridad total, en donde incluso las mujeres son mayoría, no se han visto propuestas de solución urgente contra el gran flagelo social evidenciado de abusos a las mujeres.
Sobre las personas desaparecidas, menos; para los políticos es un problema que no existe.
Y en el tema de la movilidad urbana y el ordenamiento del transporte en Baja California Sur, a pesar de que Los Cabos tiene 6 diputados por mayoría relativa y al menos otro de representación proporcional; además de dos senadores de la república y un diputado federal, ninguno ha mostrado interés de buscar solución al conflicto que tiene que ver con un ejercicio legislativo.
Que sigan los bloqueos, que siga el caos, que el Gobierno Municipal se las arregle.
Eso sí, todos se toman fotos, acuden a eventos y lanzan discurso por el amor al municipio en el que tienen interés político y por Baja California Sur.
La simulación de actuar por el interés ciudadano, sin escuchar los problemas de los ciudadanos.
Todos ocupados en el 24.
Una clase política… chafa.