La falta de espacios en escuelas públicas y las condiciones de escasos recursos de las familias han originado que casi 40 niñas y niños de San José del Cabo tengan que tomar su educación básica a la intemperie, en un predio invadido y debajo de un árbol “palo verde”.
Con el incremento del rezago educativo en algunas colonias populares de San José del Cabo, el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) trajo desde La Paz un programa para llevar la educación a los rincones donde muchos infantes se estaban quedando sin estudios.
Fue así como el educador comunitario, Fernando Galindo fue asignado a esta tarea en la colonia La Ballena con la impartición de clases a apenas un par de niños, sin embargo; poco a poco el número de asistentes se fue elevando hasta llegar a los casi 40 alumnos.
En un principio las clases eran en un espacio prestado, con el aumento de niños no se tuvo otra alternativa más que convertir un árbol en un salón de clases y solicitar el apoyo de otros dos maestros para cubrir los turnos.
Desde hace dos meses las y los niños de preescolar y diferentes grados de primaria reciben sus clases debajo del árbol, con mesabancos rotos, sillas en malas condiciones, y un baño temporal hecho con plástico y madera.
El maestro Galindo explicó que se han tocado muchas puertas para buscar un salón de clases digno para los infantes, no obstante, ninguna se ha abierto, por lo que tuvieron que invadir el espacio, pues aunque SEP señala que se les designó un espacio, no ha sido entregado.
Pese a las circunstancias el profesor se mantiene positivo y sólo pide el apoyo de material para la construcción de un salón con condiciones dignas.
“La parte más difícil es que no tenemos un lugar digno donde estar, los niños vienen porque realmente lo necesitan, hay mucho rezago, no hay espacios e infinidad cosas, pero vienen porque quieren aprender, iniciamos en un árbol y no me importa decirlo y estoy muy orgulloso”, compartió.
Los padres de familia se han convertido en una parte fundamental, todos los días se turnan para vigilar que los niños no vayan a correr hacia la calle y de manera paulatina han ido limpiando el terreno y están construyendo un salón con madera.
Más que voltear a ver las carencias y la precariedad en la que se encuentran, agradecen la oportunidad que tienen sus hijos de recibir educación.
