*El autor es maestro en derecho, doctor en derechos humanos y profesor investigador de la UABCS.
No es el periodismo crítico el enemigo del Presidente Andrés Manuel López Obrador, el enemigo del presidente ha sido su incapacidad para liderar el proyecto de nación que él mismo se planteó y para el cual diseñó su primer gabinete presidencial.
Sin embargo, los malos hábitos de tantos sexenios viviendo al margen del poder y la dificultad de erradicar las malas prácticas del grupo político que lo logró cooptar del resto del gabinete, terminaron por acorralarlo, malas prácticas a las que se sumaron los pésimos hábitos que no se detuvieron con su llegada al poder, de sus familiares y que tristemente quedaron al descubierto.
Esa derrota que pega en su discurso anticorrupción y de calidad moral lo tiene a la defensiva, despertando sus viejos instintos e inseguridades; lo que se exhibió en su narrativa que perfiló un Andrés con niños pequeños perseguido por el poder y que dibujó tristeza en su rostro y quizá alguna lágrima.
Pero esa no es la imagen que un estadista, un líder de nación debe dar a sus gobernados. Los que encima de soportar los inéditos malos resultados en seguridad ciudadana, en salud, en educación, en desarrollo económico, en estabilidad laboral y fuga de inversiones, debe soportar la debilidad emocional de su presidente, o acaso también el juego perverso de su ratificación.
No, el periodismo crítico debe ser parte del día a día de toda nación, lo mismo que la tolerancia y la aceptación de desaciertos y la enmienda de estos; porque como ya hemos podido ver después de tres años de gobierno; el Presidente es falible, porque es también un ser humano que se puede equivocar y es natural y humano hacerlo. Lo que no es humano, ni democrático, es que se sienta infalible y se sienta intocable. Eso no es lo que los ciudadanos esperamos de alguien que se dijo ser un demócrata.
