Inicio Análisis VENDEDORA DE MANZANAS ENCHILADAS… TODO LO QUE ESTÁ MAL EN NUESTRA SOCIEDAD

VENDEDORA DE MANZANAS ENCHILADAS… TODO LO QUE ESTÁ MAL EN NUESTRA SOCIEDAD

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Desde hace un año aproximadamente compro manzanas enchiladas a una viejecita que se pone a venderlas en una calle cerca de mi casa.

En ocasiones no por antojo, si no por que mi madre y mi abuela me enseñaron que hay que ayudar. Nunca sabes cuando una moneda es la diferencia entre que una persona coma o no ese día. Hoy se lo enseño yo a mi hijo.

Anoche regresaba de una cena con los liderazgos nacionales y estatales de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción, donde intercambiamos experiencias en torno a nuestras actividades como medios de comunicación y constructores y como el nuevo régimen nos ha estigmatizado de “corruptos”; a ellos para justificar la incursión del Ejército en las obras de infraestructura y a nosotros por hacer crítica de su desempeño como gobierno.

Aproximadamente a las 10:00 de la noche, pasé en mi automóvil en la calle donde compro las manzanas enchiladas.

Me sorprendió entre la penumbra distinguir la silueta de la viejita a la que le compro las chucherías, con dos de las golosinas en una mano en alto y la otra sosteniendo el bastón del que se sirve para caminar.

Me orillé para comprar las manzanas y pregunté:

“¿Por qué tan tarde madre?”.

-“Se me hizo tarde, y tengo que vender mis manzanas por que es con lo que yo me sostengo mi amor”, respondió.

Reportero siempre pregunté si no estaba recibiendo el apoyo que da el Gobierno Federal a la personas de la tercer edad, ya que, me dijo, ella tiene 71 años.

Y más que por escribir una nota, de mi tío aprendí que para ayudar, el periodismo “es un mundo de posibilidades”, por que nuestro oficio nos permite conocer los problemas sociales y nuestras relaciones públicas, a quien tiene en su poder la solución.

Ella me respondió animosa que en unos días más le llegaría su tarjeta para poder recibir la pensión que por Ley otorga el Gobierno Federal.

Me quedé platicando con ella y su historia de vida es de esas de las que revuelven las tripas y exponen todo lo podrido de nuestra sociedad.

Durante más de 10 años padeció una parálisis que la mantuvo postrada en cama y de la que hoy tiene secuelas y que es notable cuando habla y por lo que usa bastón para caminar.

Por desconocimiento o ignorancia, perdió su casa, que según entendí habría sido heredada por su madre a su fallecimiento.

Me contó como un día, hace aproximadamente dos años regresó a su casa y encontró todas sus pertenencias en la calle y las subían a un camión.

Un par de abogadas, con toda la frialdad del mundo le notificaron que su casa ya no era suya, “era de una compañía”.

Esas compañías (seguramente un banco) que sólo ven números de expedientes, deudas económicas y no les importa para nada las historias de vida que representan.

Y como miles de abuelitos, a pesar de tener varios hijos, se quedó sin un techo y sin apoyo para su manutención.

A sus 70 años sin casa y sin sustento.

Hoy la menor de sus hijas es la única que le abrió las puertas de su casa.

Pero para poder comer, con sus manos afectadas por la parálisis tiene que hacer sus manzanas enchiladas y cacahuates garipiñados y venderlos todos los días de 4:00 de la tarde hasta las horas de la noche que sean necesarias para obtener el ingreso del día.

Y es que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno Federal, la realidad no ha cambiado para miles de personas de la tercera edad.

Que enfrentan además hijos ingratos y autoridades locales indolentes.

Pero sobre todo, una sociedad indiferente, que ni los ve ni los oye.

Por que si al menos la sociedad no fuera indiferente, por mera humanidad de ver a una ancianita en plena calle tratando de ganarse la vida, le compraría sus manzanas y sus dulces y ella podría al menos, regresar más temprano a casa, se evitaría de horas de estar de píe, a pleno rayo de sol o expuesta al rocío de la noche.

Mi abuela vivió su vejez siempre rodeada de quienes quería y la queríamos, era la matriarca de mi familia y todos procurábamos atenderla. Murió rodeada de las personas que amaba.

Todos los ancianos merecen concluir su ciclo de vida de manera digna.

Una sociedad moderna se mide por como trata a sus adultos mayores.

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